VUELVE EL CUENTO DE LA NEGOCIACIÓN
Por Claudia López
Nuestra incapacidad de aprender lecciones parece ilimitada. El cuento de que los narcotraficantes se desmovilizan nos lo vienen echando hace muchos gobiernos. Que Pablo Escobar y su tropa de sicarios se iban a someter a la Justicia. Luego que los del Valle. Luego que los paramilitares. Y ahora que las Bacrim. Entendamos algo de una vez por todas. Los narcotraficantes no se desmovilizan, se transforman y legalizan.
El cuento de la desmovilización de los narcos siempre está precedido de una ola de violencia que presiona el llamado a la paz, luego tenemos un respiro y tensa calma y posteriormente retornamos a un incremento de la violencia, en el que volvemos a afirmar indignados que no negociaremos con narcos y criminales. Un clásico cuadro de ciclotimia.
Las tretas para caer en el cuento de la desmovilización de los narcos son de variado estilo. Que de queridos nos iban a pagar la deuda externa. Que nos iban a entregar la plata y las rutas. Y el último cuento fue que iban a reparar a las víctimas y contar la verdad. Terminamos en que los extraditaron los cómplices de su verdad y en que a las víctimas las estamos reparando con nuestros impuestos. En últimas, el cuento siempre surge dependiendo de cuánta gente matan y qué tanto le dañan al gobernante de turno las condiciones y estadísticas de seguridad.
En el plano internacional, Colombia lleva 30 años perdidos declarándose ferviente abanderado de la inútil guerra contra las drogas, que en la práctica ha sido la guerra contra los campesinos cocaleros, mientras el resto de la cadena mafiosa, la más rentable, progresa impunemente. Mientras los directores de la Policía ganan condecoraciones y comisiones internacionales con el cuento del “éxito”, en nuestro país recogemos los muertos y padecemos la inseguridad y los prelados de la Iglesia siguen pidiéndole al Presidente que los autorice para negociar con los narcos de turno.
En el plano nacional hace falta que de una vez por todas entendamos que lo que funciona contra las mafias no es la desmovilización falaz sino la justicia eficaz. Y que cada desmovilización falaz deja a la justicia como un hazmerreír y al resto de la sociedad más desprotegida frente a la presión de la siguiente generación mafiosa.
Además de aceptar esa evidencia y actuar de conformidad, la mayor limitación de la justicia para ser eficaz ha sido la complicidad de sectores políticos y de la Fuerza Pública con la mafia. Mal que bien, gracias a la judicialización de la parapolítica hemos subido el costo de complicidad de la política con la mafia. En cambio, estamos en mora de hacer una depuración de alto nivel en el Ejército y la Policía.
Por el destape de los falsos positivos y por ser receptor de cooperación americana se han incrementado los controles sobre el Ejército. En cambio, la Policía es una rueda suelta, sin controles efectivos y con una altísima corrupción que se oculta bajo la buena imagen de su director.
Llevo meses recorriendo el país investigando los riesgos que se ciernen sobre el proceso electoral de este año. Una de las conclusiones a las que he llegado es que la actual división territorial de la mafia consiste en que la bacrim Erpac (la de alias ‘El loco Barrera’ y el desaparecido alias ‘Cuchillo’) trabaja en llave con sectores del Ejército para controlar las rutas de salida a lo largo de la frontera con Venezuela, desde Arauca pasando por Vichada y Vaupés, hasta la frontera con Brasil en el Amazonas. Y que las mafias de la otra mitad del país, (Rastrojos, Paisas y Urabeños) se disputan el control de las salidas por Norte de Santander, la Costa Caribe y la Costa Pacífica y trabajan más en llave con sectores de la Policía, aunque también del Ejército, según su presencia. Esa es la división de los dos grandes carteles de hoy.
Tanto los sectores del Ejército como de la Policía integrantes de estas mafias se encargan fundamentalmente de custodiar el transporte y embarque “seguro” de la droga, por lo cual son jugosamente recompensados.
Las Farc, por su parte, han perdido capacidad de administrar rutas y embarques exclusivos, excepto en Arauca y otras zonas de la frontera selvática con Venezuela y también con Ecuador.
Entre la Fuerza Pública y las bacrim han hecho replegar a las Farc y las han relegado a producir pasta de coca y vendérsela a la bacrim del respectivo territorio, que es la que usualmente tiene la ventaja de refinamiento, transporte y exportación. Los narcos contrainsurgentes también son cosa del pasado.
La Policía es hoy a las bacrim lo que el Ejército fue en su momento a los paramilitares. Es decir, es el factor armado determinante para su operación, expansión e impunidad. Con los paramilitares reconocimos los errores demasiado tarde. Actuemos para que nuestra ceguera e incapacidad histórica no se repita de nuevo con las bacrim.